En pleno mes de agosto, y con una temperatura rondando los 30 grados allá que nos fuimos Silvia y yo. El sol pegaba de lo lindo y la ascensión, aunque corta, se hizo pesada. 339 metros. Al final valió la pena.
Y de vuelta, nada mejor que relajarse en la playa mientras desde el agua veíamos como otros seguían nuestros pasos.
Para rematar, una visita a la preciosa Altea, la cúpula del mediterráneo.
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